2020 se caracterizó como el año de la pandemia. Para la escuela, a modo de consecuencia, como el año de su cierre total. Este fenómeno, singular en el último siglo, tiene unos efectos que aún no podemos calcular. No obstante, el Grupo de Historia de la Práctica Pedagógica (GHPP) arriesgó una publicación en tiempo real que se ocupa de plantear algunas ideas a propósito de este proceso de “vuelta” de los niños a sus hogares, muchas décadas luego de que, como señala Narodowski (2014), los infantes fuesen arrebatados de sus labores en los hogares y se entregaran a la escuela, un espacio-tiempo de características peculiares y sin equiparación en Occidente.
Esta publicación fue lanzada en septiembre de 2020 y se titula: Confinados en las pantallas. La escuela vira(l). El curso que se presenta acá se propone discutir cada uno de los ensayos que componen el libro, producidos por investigadores del GHPP, a fin de elaborar nuevas cuestiones en torno del fenómeno de la paralización de la escuela causada por la Covid-19, así como de avanzar en el análisis de las fuerzas más amplias que pueden valorarse como constitutivas de una suerte de crisis de lo escolar, característica de las últimas décadas del siglo XX y principios del XXI.
El cierre de las escuelas, además de traer implicaciones en distintos niveles de la vida cotidiana (los niños encerrados en casa con sus padres, la ausencia de interacción entre ellos, la reorganización del trabajo de los maestros, el vaciamiento de actividad en los viejos edificios escolares, los efectos psicológicos y en términos del desarrollo infantil, y un largo etcétera), ha supuesto unas nuevas condiciones para la enseñanza y unos (negativos) efectos para el aprendizaje. La condición más visible, por ahora, está en el hecho del distanciamiento: los maestros se han visto compelidos a modificar su actividad a lo remoto-telemático, y los niños a un nuevo tipo de encierro, el de las pantallas.