La pregunta ¿para qué nos educamos hoy? Exige una respuesta estratégica, ética y epistemológica. Se ha dicho que la educación hace parte de la agenda estratégica mundial, ¿de dónde viene ese prestigio? ¿A qué está relacionada actualmente? Tanto las retóricas sobre el derecho a la educación como las que hablan de ella como servicio concuerdan en su papel estratégico y son fuente de permanente incitación para individuos, familias, mercados, gobiernos, agenciamientos, bancos, políticos, sectores pobres, educadores, expertos, en fin, la educación expresa y legitima un proyecto que goza de mucha estimación y que por consiguiente exige análisis profundo, no solo respuestas obvias y superficiales.
Existe una excesiva naturalización de términos convencionalmente asociados a la educación que este curso busca problematizar. El predominio actual del aprendizaje recompone el paisaje, las relaciones, los sujetos y sobre todo las velocidades de los procesos de escolarización. Valorar los efectos de la educación exige un trabajo que en principio analice los asuntos de manera más detallada. Ahora bien, entre los discursos de la educación, la escuela y los procesos de escolarización existe un desfase radical, con distintas líneas analíticas de procedencia. Creo que es necesario introducir una comprensión distinta del aprendizaje y de sus efectos individualizadores y totalizadores, no destinados solamente a competir y desafiar. Un arte de vivir que se resiste a la mayoría de los discursos sobre el papel de la educación llama la atención acerca de expresiones que capturan a los sujetos y legitiman prácticas de control conforme a racionalidades económicas limitantes, en particular, los propósitos de empresarizar a los sujetos y a las instituciones educativas.